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jueves, 13 de diciembre de 2007

El síndrome del borrachuelo y otras cosas

Antes de que se me olvide, voy a explicar esto. El diccionario Espasa dice lo siguiente: síndrome, m. Conjunto de síntomas característicos de una enfermedad. Y admite como enfermedad cierto tipo de adicciones a cosas extrañas (de Estocolmo, de abstinencia, etc...); como añadido se entiende por: “cosas a las que se acostumbró uno y se echan de menos”, o de más… porque eso es lo que yo entiendo, e intentaré explicarme.

Yo, a veces y refiriéndome a nuestra Semana Santa, he dicho que podemos caer, y creo que de hecho estamos cayendo, en el síndrome del borrachuelo.

Este se basa en lo siguiente; en un pasado que ya parece lejano, pero que está todavía a la vuelta de la esquina de nuestros recuerdos, la llegada a los escaparates de las confiterías de los borrachuelos, era en sí misma una fiesta. Cuando llegaban, era señal de que iba a llegar la Navidad; un tiempo especial; con comidas especiales; celebraciones especiales, etc... lo que era motivo de alegría y alboroto -a veces acompañados de un perrito piloto- porque se iba a salir de lo cotidiano, se iban a hacer cosas extraordinarias, en una palabra se iba a salir de la monotonía.

Ahora, cuando se nos presentan los borrachuelos incluso en el mes de agosto y en el expositor deshumidificado y desnaturalizado del chiringuito de la playa, se ha conseguido que ya ni los borrachuelos sepan a borrachuelo, ni que tengan importancia, ni que la Navidad sea más que una excusa para gastar dinero (dinero que por otra parte, a veces ni se tiene).

Cuando yo digo esto referido a la Semana Santa, es porque con tanto sacar procesiones a lo largo de todo el año, la Semana Santa también se está descafeinando y quizás se esté poniendo “muy vista”.

Me da que pensar en lo borricos que somos; nos cargamos alegremente tradiciones, recuerdos y costumbres, ahogándolos en algo tan simple y tan poco inteligente como es la rutina, el automatismo e incluso la inercia. Nos dejamos llevar por esa tontéz de seguir la corriente y de ser “más que los demás” y a cambio perdemos nuestros recuerdos.

Podéis hacer lo que queráis; yo por mi parte intentaré seguir disfrutando de eso tan simple pero tan guapo que se llama, pasear por mi Málaga.

Pepeprado

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