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miércoles, 25 de enero de 2012

Navegantes


Ni don Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que viajó de Texas a la Florida; ni don Hernando de Soto, el que descubrió esa Florida; ni Don Ponce de León; ni don Francisco Pizarro, ni el mismísimo don Hernán Cortés, todos eso que se jugaron el bigote en otros tiempos, podrían haber imaginado la aventura que es hoy en día circular por calle de Larios.
Cuando enfilas este antiguo lugar de paseo y calcetines, sea cual sea la parte de inicio, empiezas a verte obligado a esquivar estatuas vivientes, músicos de todas las tendencias, recolectores de óbolos para varias asociaciones más o menos conocidas y tienes que ser presto de manos para ir recolectando y almacenando todo tipo de prospectos, panfletos y hojas de inscripción para varias sociedades benéficas, sin que se te caiga ninguno. En esto lo mismo te invitan a una caña en un bar cercano, te venden quesos de todo el mundo mundial o el santón de turno, que parece tener una fijación con su sospecha de que tu tengas problemas sexuales de forma permanente, y que jura por sus ancestros que te va a curar de todo y te va a arreglar el patrimonio  a ti y a tu descendencia a través de la meditación… y el donativo pertinente.
También para colaborar al asunto, hay generalmente un par de parejas de policía local que miran al mundo desde su atalaya de gente altamente preparada para todo y que a veces dejan sus motos allí estorbando también, terciadas y prestas a ser montadas por si ataca el enemigo y la cosa se pone urgente.
No cuento, porque es estrictamente muy personal, eso que yo llamo las ONGs de uno mismo, esos amigos y conocidos que te has echado como obligación socorrer en lo mínimo para el resto de tus días. De estos, tengo un par de ellos propios y alguno que otro heredado de mi padre y aunque esos sablazos son de poca entidad también cuentan en el cómputo general.
Con este tipo de paseo, según mis modestos cálculos, el atrevido que quiera colaborar con todos, por ejemplo, con un simple eurito para cada uno, necesitaría una pensión vitalicia de primer orden para poder “quedar bien” con todos ellos. Lo de tomarte una caña en cada lugar ofertado y comerte los quesos es cosa también peligrosa para colesteroles y triglicéridos, así que habrá que descartarlos también.
Por esto, y para evitar que nos miren de forma soslayada y turbia, me atrevería a pedir a la autoridad competente en la materia, que a los que estamos obligados, por vivir en el centro, a pasar varias veces al día por Larios y la Plaza, se nos proveyera de algún tipo de chapa identificativa o de un uniforme de “especie protegida” que nos permitiera pasar por ahí de un tirón y sin levantar sospechas de falta de solidaridad. Al fin y al cabo, los que resistimos en el centro somos cuatro gatos y ya no nos queda ni para montar nuestra propia estructura tipo ONG callejera donde pedir subvenciones para algo, que es para lo que se crean estas instituciones.
Como no se cual es la ventanilla actual para este tipo de lloros, lo pido desde aquí, especialmente porque voy a obtener la misma contestación que si lo pidiera en papel de barba, por triplicado y entregado en ventanilla con el recibí; es decir ninguna. Pero… al menos me quedo más tranquilo.
Hasta mañana.
Pepeprado

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