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lunes, 1 de septiembre de 2014

¡Qué barbaridad!

Eso, qué barbaridad; ya es septiembre.
Aparte que en lo habitual, cosas que ya, tristemente, consideramos habituales; que la gente siga matándose, que los más bestias sigan mandando, que aquí la pasta siga en paradero desconocido pero lejos del alcance de sus legítimos dueños, la ciudadanía de a pie, y que las tonterías sigan siendo, no flores de un día, sino ramos de cada jornada, pasan otras cosas.
Entre ellas, que al ser día 1, oficial, teóricamente y retóricamente... se ha acabado el verano. Ni más, ni menos.
Y este llamémosle acontecimiento, trae aparejados grandes cambios para el común de los mortales. Unos buenos, y otros menos buenos.
El primero y más importante de estos cambios, es que los políticos terminan sus vacaciones, y ante el hecho demostrado de que el país funciona mejor cuando ellos no tocan nada, hace que nos dé una pizca de mosqueo ante el futuro. Durante el verano han estado dando la coña, pero menos. Ahora nos vamos a enterar.
Otro acontecimiento, y este es en principio una bendición, es que se acaba el veraneo de esos llamados famosos, famosetes y famosuelos, qué, no se sabe porqué, llaman a esto vacaciones, si ellos no dan un palo al agua durante todo el año, con lo que descansaremos de tostones en la caja tonta avisando de donde moja su bikini la presunta biólogo recauchutada, o donde se arrullan en público esos casi matrimonios de cantantes, cantantas, futbolistas, toreros, artistas, duqueses, duquesas, o diosas de la moda que han descubierto su futuro en el campo del diseño. Ahora, dedicarán su tiempo a las fiestas benéficas y a las galas donde se auto reparten premios, pero eso es ya inevitable.
Para el futuro se nos abre un porvenir esplendoroso. Ha desembarcado el planeta langostini y sus afines. Podemos comprarnos lo necesario para fabricarnos un Ford Mustang, un barco inglés de algún siglo indeterminado, o un helicóptero de combate de penúltima generación, todo y más, cosas completamente necesarias para nuestro devenir diario.
Este año, dando un paso más para salir de las funestas listas del informe Pisa, también podemos estudiar esas matemáticas que todos odian estudiar cuando es por obligación, pero que por lo visto, ahora, en fascículos, son apasionantes y la repera marinera.
Es también momento donde reaparecen cocineros, originalísimos programas de aventuras culinarias, escarceos vocales y monólogos esclarecidos. Programas todos, que este cargara la mano en la grey infantil, siguiendo esa paternal aspiración de muchos papás de vivir a costa del infante triunfador. Preparen pues el cuerpo, los que tengan estómago para ver estas cosas (yo no puedo, a mí esto me supera), para ver lagrimas de emoción de emergentes estrellitas y estrellitos, llantos de mamás en trance, abrazos de papás ufanos como pigmaliones carpetovetónicos, y ovaciones totalmente espontaneas de públicos enfervorizados.
Reaparecerán también las estrellas mediáticas que han refrenado el amor a su público durante estos meses, y esos programas tan cerebrales donde se le sacan las tripas al personal sin pestañear.
Al menos, ya hemos pasado el sarampión veraniego de presentaciones de segundas y terceras equipaciones de equipos. Esas que sirven para que los forofos se gasten una pasta gansa (que a veces no tienen) aunque sea a costa de vestir a los equipos y a los nenes seguidores, de máscaras pintureras. Ya este año, tenemos hasta dragones. A ver donde terminamos.
En fin, por ser día tan señalado, que coincide en el santoral con san Almaquio y san Claro, no he querido castigarme viendo periódicos, oyendo radios ni cosa parecida para escribir esto. He preferido dedicar este desvarío personal a tan emocionante tránsito temporal. Mañana volveremos al mundo terrenal.
Hasta mañana.

Pepeprado

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