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martes, 6 de enero de 2015

Llegaron y roscones

Los Reyes, la Pascua militar, la precaria tranquilidad antes de los nuevos festejos del Carnaval, y al menos, por un tiempo, el final de la tontuna mediática, todos y todas llegaron.

Hoy por ser un día de juguetes y alegría en las casas, aparte de dedicar un recuerdo y un deseo de mejora para los que no tienen juguetes y a veces ni alegría, procuraré no meterme en charcos de alta política y dedicar sólo unos minutos a lo aparentemente intranscendente y consuetudinario.
Vamos, por ejemplo, con el asunto del antes llamado Roscón de Reyes. Aquí, los que antes se llamaban simple y hermosamente “confiteros”, ahora son estilistas de la crema y diseñadores del mazapán, y seguramente picados por el auge de los chefs multiorgásmicos de moda,  también se han lanzado al destrozo colectivo de la tradición que tanto gusta a teles y gastroprogresía militante.
Antes, el roscón de Reyes era eso, un roscón que estaba muy bueno en la Noche de Reyes, y que cuando sobraba, estaba aun mejor al día siguiente, o al otro, o al otro… cuando se le aplicaba calor, mantequilla o mermelada para ablandarlo.
Ahora no, ahora es simplemente el contenedor de elementos varios y diversos incluso de recetas de alto standing; natas de diversos colores, trufas, confituras, cremas, champiñones, fresas, garbanzos y estoy esperando a ver el Roscón de Fabada en un futuro inmediato.
Es curioso, creo que ya lo dije una vez, que la gente que se pasma y aplaude a rabiar ante el amor a la tradición de los ingleses, que, por ejemplo, va a ver el cambio de la Guardia a Buckingham con reverencial adoración, sea y esté, tan dispuesta y decidida a cargarse cualquier tradición, cuando se trata de las tradiciones de aquí, de este atribulado cortijo.
Así, hasta el honrado roscón ha perecido en tan desigual combate, y a su antigua haba o regalillo, le ha tenido que poner festones y alharacas para adecuarse a los tiempos que corren, tiempos de maestros del cucharón y emperadores de la gasificación y el cristalizado. Pobre roscón, y como los sanfermines, pobre de mí, pobre de nosotros.
Lo dejo, no es día de extenderse sino de tenderse… a arreglar juguetes de última generación para los que ya no basta un sencillo destornillador (como con los de antes). Hay que ser ingeniero de sistemas y/o experto en bioquímica molecular aplicada a viajes espaciales para meterles mano, porque estropearse se estropean… como siempre.
Un recuerdo para la caja de lápices de colores Alpino y, ya en plena modernidad, para los Minicars o el Cine Exin y me voy, que disfrutéis con hijos y/o nietos.

Hasta mañana que ya será otro día.


Pepeprado

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